Eran las nueve de la noche. Los cruceristas se preparaban para disfrutar la cena: setas con sepia. La vajilla tembló, un vaivén, la luz se fué y lo que se presentaba como una velada de placer se convirtió en una noche de terror. Cinco muertos, hasta ahora. No tocó la orquesta y el capitán bajó de los primeros. El Costa Concordia no fue el Titánic, pero pudo serlo. Hay muchas incógnitas abiertas y la investigación sigue su curso.
Se habla de que el capitán hacía el inchino (la reverencia): una especia de paseo con todas las luces encendidas y la sirenas a toda potencia para saludar a los habitantes de la isla Giglio. Tanto se <inclinó> en la reverencia, que el barco ya no pudo enderezarse. Hace cien años se hundió el Titanic entonces no fue una roca, sino un iceberg lo que se interpuso en su camino. Como hace un siglo se apunta a un fallo humano. El hombre siempre es el eslabón más débil.
La evacuación fue un caos ni siquiera había chalecos para todos. Para el día siguiente está previsto hacer un simulacro de evacuación: qué ironía! Algunos miembros de la tripulación corrían por los pasillos arrollando a los pasajeros. Llantos y gritos: Sálvese quien pueda!
Los que debían asumir la responsabilidad no lo hicieron. Otros, los héroes anónimos, actuaron por ellos. Camareros colombianos, hondureños y chinos pasaron a la acción.
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