martes, 6 de junio de 2017

Recorriendo el camino agridulce de la nostalgia con David Trueba



Todavía con la música de Dani Mosca sonando en nuestra cabeza (aunque nunca la hayamos oído), resulta difícil bajarse de este coche fúnebre en el que David Trueba nos lleva a recorrer el agridulce camino de la nostalgia: el de la juventud perdida.
Los padres, los hijos, los amigos, la muerte, el amor. Dani Mosca, un músico rockero con cierto éxito en los 80 y niño educado en un tradicional colegio de curas, decide llevar el cuerpo de su padre para enterrarlo en el pueblo de sus raíces: Garrafal de Campos. En este tétrico y tedioso viaje vuelve la mirada atrás para recordar su adolescencia rebelde y su juventud acelerada que le han llevado a vivir sin pensar, sin echar raíces.
Trueba ofrece una novela tierna, que se lee casi como una canción y que cuando se acaban sus 400 cortas páginas nos deja el corazón un poco más caliente. Y lo hace con una prosa sencilla y fluida, muy coloquial, que no pretende impresionarnos sino cautivarnos. No duda en combinar los momentos de mayor dramatismo con efectivos toques de humor y entresaca esas frases familiares con las que hemos crecido varias generaciones.
El impredecible Gus, el tosco y fiel Animal, la delicada belleza de Kei, son personajes que nos enamoran porque son como nosotros. Aciertan y se equivocan. Se caen y se vuelven a levantar. Un grupo de jóvenes arrebatados por la fuerza imparable del sexo, drogas y rock&roll, que al final tendrán que pagar la cuenta.
El libro es también un cálido homenaje a ese padre con el que nunca acabamos de aprender bien a interpretar el papel de hijos que nos corresponde.Un papel en el que no es fácil dar la talla. Y no sé si como dice Dani Mosca/David Trueba la generosidad, la bondad, la prudencia,la independencia (... una lista que sería interminable) se hereda o no. Solo nos queda confiar en que por lo menos algo se contagie.




Publicado en La Voz de Galicia.