miércoles, 27 de agosto de 2014

Un verano con James Salter.

 


En abril Antonio Muñoz Molina publicaba un artículo Noches leyendo a James Salter que me llamó la atención. Decía que apenas hacía dos semanas que había descubierto al escritor norteamericano y se había lanzado de lleno a por su obra. Esa ignorancia compartida con el genial Muñoz Molina me llenó de satisfacción. (ya se sabe consuelo de tontos). Y me dispuse a ponerle remedio en las vacaciones de verano.
Por motivos profesionales me vi obligada a empezar al revés y comencé leyendo los último de Salter, Todo lo que hay. Un libro en el que autor retoma la literatura tras treinta años de pausa y nos cuenta sencillamente la vida. Con una prosa fotográfica y cargada de imágenes nos envuelve en el mundo neoyorquino de la edición editorial partiendo de unas primeras imágenes bélicas. Una maravilla que como a Molina me hizo buscar más Salter sin demora.
Un amigo y gran lector me recomendó y prestó el libro de relatos de La última noche. Un estilo en que cada palabra cuenta y ninguna sobra. Todo está ahí para que el lector comprenda, para que haga el esfuerzo y reciba la satisfacción. Diez relatos que son diez regalos.
Y con el regusto de estas perlas me lancé a por Años Luz. La historia de un matrimonio que bajo ningún concepto se puede dejar de leer, ni de sufrir.
Si Muñoz Molina pasó las noches con Salter yo le he sumado los días. Y si antes compartí su ignorancia con regocijo ahora comparto su entusiasmo con todo mi corazón. Que esas líneas sirvan para captar nuevos adeptos a la religíón salterania. Sean bienvenidos al club.

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