jueves, 1 de septiembre de 2016

Cuando la ciencia ficción nos retrata. Volvemos con el libro de las cosas nunca vistas.


Michel Faber vuelve a sorprendernos (tras su genial  Pétalo carmesí, flor blanca, de ambientación victoriana) y lo hace llevándonos a un mundo nuevo, a un universo de ciencia ficción.  Pero que nadie se asuste, porque El libro de las cosas nunca vistas desborda sensibilidad y buen hacer literario.
Peter es un misionero cristiano que es enviado a evangelizar a los extraterrestres de un nuevo planeta. Su esposa Bea se queda en la tierra. Faber se vale de estos dos personajes centrales para construir dos niveles de narración. En primer plano, Peter y su nuevo mundo que retrata con todo lujo de detalles desmenuzando para nosotros sus dramas pequeños y cotidianos y la evolución de la relación con los extraterrestres oasianos. En segundo término, la comunicación con Bea y el mundo que ha dejado atrás: una civilización que se autodestruye en completo caos y que su esposa vive con angustia.
La novela trasciende de la aventura cósmica para ofrecer un retrato de la humanidad, de las limitaciones del hombre a la hora de comunicarse o la capacidad de la fe y el amor para superar la dificultad más extrema. Es una novela tierna y desoladora, que sin embargo deja una rendija para que se cuele la esperanza.






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