Reseña remitida por Pucho Méndez.
Como ya he comentado en otras ocasiones este autor es un escritor muy particular, hace una literatura muy intimista, y como el dice , mas que escribir una novela escribe un ensayo novelado. A mí, particularmente, me gusta tanto su forma de escribir como sus digresiones sugerencias y reiteraciones que son muchas pero siempre bien hilvanadas y ocurrentes. Gran admirador de Laurence Stern, creador de la novela-ensayo, sigue su misma línea de trabajo , y crea una novela riquísima en matices, con muchas referencias a otros autores y novelas que te evocan sentimientos de satisfacción y complicidad con el autor. No es, evidentemente, novela para lectores con poca experiencia, ya que mantener el interés del lector durante 500 páginas, prácticamente con poco contenido narrativo, pasando , todo el tiempo por diferentes estados de ánimo, y con la idea fija y matriz de la “desaparición” no es fácil. Usa, como Stern, la digresión o divagación como elemento importante en su novela, sistema también típico de Javier Marías , por cierto traductor y entusiasta seguidor de Stern. En resumen, buena novela que nos lleva todo el tiempo, a través de nuestra mente, hasta los niveles más cercanos a la locura del extraordinario Robert Walser.
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