El legado de Nemirovsky sigue creciendo. Una nueva traducción llega a España de la mano de editorial Salamandra. La novela Los bienes de este mundo hurga sin compasión en la herida de Europa para retratar a la sociedad francesa más burguesa y provinciana y su reacción ante el desorden bélico. La escritora combina el estilo más clásico y la mirada más ácida para dejar al descubierto la incapacidad manifiesta de sus contemporáneos ante el drama y la destrución que supusieron las dos guerras mundiales. Una obra muy en la línea de su genial Suite francesa, de la que se puede considerar precursora. Irène Némirovsky escribió Los bienes de este mundo en 1940 y la publicó por entregas en el semanario Gringoire entre abril y junio de 1941. Lo hizo sin poder usar su nombre, bajo el epígrafe: “Obra inédita de una mujer joven”, para escapar a la prohibición de trabajar que recogían los estatutos contra los judíos aprobados por el gobierno de Vichy. Finalmente, en 1947, cinco años después del asesinato de su autora en Auschwitz, la novela se publicaría con su nombre y en forma de libro en la editorial Albin Michel
Nemirovsky , que narra los acontecimientos en caliente, tal como los vive, como testigo directo, se vale de la familia Hardelot para retratar sin piedad los resabios y prejuicios de la Francia más rancia y obsoleta. La historia se inicia en 1911, en una localidad cercana a la costa norte del país, con el joven Pierre Hardelot y su amada Agnes. De la mano de este matrimonio recorremos treinta años de historia de Francia, desde los preludios de Primera Guerra Mundial hasta la ocupación alemana en 1940. Una historia que se repite sin que sus protagonistas puedan hacer nada más que asistir expectantes al terrible espectáculo de muerte y destrucción. Nemirovsky combina la narrativa convulsa de los hechos con la mirada critica al provincianismo, pero deja una rendija abierta a la esperanza con la dulzura de una historia de amor que sobrevive a los malos tiempos. Sabiendo cual fue el cruel destino de la autora, morir en un campo de concentración, enternece su tierno optimismo.
Publicado en La Voz de Galicia.
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